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Aprender de los maestros

En diseño de software, como en otras áreas del saber humano, contamos también con notables maestros cuya conducta e ideas son destacadas por su coherencia y por la profundidad de su profesar el quehacer de la programación de computadoras digitales. Ya sea al diseñar un simple módulo o clase, o al evolucionar un diseño a gran escala, estable y sostenible, de toda una línea de productos de software.

Por favor, amable lector, permítame aclarar que un rasgo de esos personajes a los que llamo maestros consiste precisamente en que ellos mismos no se consideran maestros. Por el contrario, es común que se refieran a ellos mismos como aprendices de otros que ellos consideran maestros, y que también a su vez exhiben un tipo de humildad por la cual pueden aprender de cualquier persona. Pues, después de todo, las ideas importantes se valoran no por quien las diga sino por el peso específico de las mismas.

Por lo que aquí no estamos hablando de rock stars, de quienes uno se hace “fan” o seguidor ciego y propagandista, sino, por el contrario, aquí estamos hablando de profesionales reflexivos (reflective practitioners), aprendices de otros de la misma calaña —quien fuere que ejerza la práctica reflexiva en su profesión.

Tendré el placer aquí de referir algunas de las magnas obras de estos profesionales reflexivos, las cuales han significado mucho para mí —algunas de ellas desde su gestación— a lo largo de mi carrera o búsqueda por el entendimiento en diseño de software.

Para empezar:

“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca” —Jorge Luis Borges